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lunes, 5 de septiembre de 2011

Alzheimer ...



Sentado en su mecedora de caoba don Emilio contempla un nuevo atardecer en  el balcón trasero del hospital geriátrico en el que se encuentra viviendo hace más de 10 años. Hace un torpe esfuerzo incorporándose de su asiento para buscar su vieja chamarra de alpaca peruana. Sabe bien que al entrar las noches el frío invade sus articulaciones produciéndole un fuerte dolor cuando no está abrigado o debajo de sus cobijas.  Se detiene frente al estante de madera para observar por milésima vez esa foto familiar que no recuerda, pero en la cual observa su rostro en plena juventud. Acaricia con torpes movimientos el anillo que lleva en su mano izquierda. Si tan solo pudiera quitármelo, pensó mientras era interrumpido por la dulce voz de una joven. Don Emilio, quiere que le lea de nuevo sus cartas de amor que conserva en su cofre de madera? No enfermera, balbuceó el anciano mientras dejaba escapar una gran sonrisa con cierta nostalgia. Por qué no te llevas unas galletas de higo de las que tengo en la mesita de noche? Cuando volverás a visitarme otra vez? Ella le miró con ese atisbo desgarrador que hacía cada día al caer la noche, el maldito Alzheimer borraba de su mente todos los recuerdos y ella debía hacer la misma presentación todas las mañanas. Recordó el día en que llegó a este centro para realizar su pasantía como enfermera y desde entonces, se había convertido en el ángel que cuidaba al señor Emilio. Tenía la oportunidad de trabajar en otro lugar con mejores condiciones y remuneración económica, pero su bondadoso corazón no le permitía desamparar a este anciano que al parecer no tenía familia. Que más puedo hacer por usted antes de marcharme? Preguntó al nonagenario, sosteniendo sus manos arrugadas llenas de lentigo. Quiero por favor me frotes ungüento Vick Vaporub en los nudillos de mi mano izquierda, sobre todo donde tengo el anillo …. El refrescante olor invadió la habitación haciendo que ambos respiraran profundo como queriendo olvidar la fatiga de unos días tediosos, donde sus recuerdos al final del día escapaban con sus pocas neuronas a otra dimensión. Eureka! Exclamó atónito el viejo. Quiero que te quedes con el, véndelo … No recuerdo como llegó a mis manos. Cómprate un vestido bonito y ven alguna vez a verme. Ella trató de apartar su mano resistiéndose aceptar tal gema y el con poca fuerza y cierta firmeza, apretó el puño cerrando la sortija en la delicada mano de la enfermera.  Faltaban pocos minutos para ella marcharse y bien sabía que antes de despedirse dejaría un mar de preguntas en la complicada existencia de un gran señor de cabello blanco, barba copiosa y grandes arrugas … Sabrías decirme si tengo esposa? Tengo hijos? Por qué no vienen a verme? … Ella en su usual despedida con un tierno abrazo dejando escapar sus cotidianas y amargas lágrimas ya no tenía más argumentos para decirle día tras día que era su única hija, esa que volvía a casa derrumbada por la tristeza de saber que su huérfana vida era producto del despiadado Alzheimer que devoraba la memoria de su padre …

7 comentarios:

Anónimo dijo...

de las pocas cosas que realmente desprecio de la vida, es esta enfermedad, siempre he tenido miedo a la perdida de mis recuerdos, a la perdida de aquello que me define.

la entrada y su historia es magnifica, la tristeza que me provoco la agradezco...cuídate..
un fuerte abrazo...
Leonard

Unknown dijo...

wow, me encantó..una enfermeadd que drena la mente y el alma

KKINNA dijo...

enfermedad mas dolorosa y triste para kien esta junto con el propio paciente, no conozco otra igual..pues cualquier ayuda en recuerdos termina siendo en balde. me ha encantado la forma de expresarlo. un saludo

el piano huérfano dijo...

Duele..uf como duele

Julio H. Mella dijo...

mi compadreeeeee lo extraño mucho se, se cuida en esa selva de concreto

Unknown dijo...

Me llenó el corazón, la pena inconsciente...la pena del olvido.
Silvia

marta dijo...

Bonita historia, es una pena que haya gente que tenga que sufrir esto, y el daño que hace en el entorno

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