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martes, 27 de noviembre de 2007

DESVENTURA

Era la primera vez que veía su rostro. A primera vista descubrí en Carmen la gran tristeza que llevaba a cuesta. Era una mujer alegre, las palabras de su alma; expresaban esto y únicamente podíamos observarlo quienes usábamos el delicado tacto de descubrir los sentimientos internos en las personas que albergan grandes virtudes.

Durante años había vestido su cuerpo de luto y derramado lágrimas como manantial cerca de cascada. El gris pasó a ser su color favorito y se internó en ese mundo en el que no había música; un mundo frío y desventurado en el que las horas parecían eterna buscando una parte que se había marchado de su ser.

El día que partió uno de sus retoño, el mismo cielo guardó silencio y los angeles cantaron las mas tristes melodías al ver desfallecer su segundo hijo cual San Pedro en crucifixión. Mantuvo su mirada a media asta y se encerró en el laberinto donde Morfeo tenía visitas inusuales en noches prolongadas de angustia y llanto.

Aun busca el complemento del equilibrio de su vida, aun inunda sus ojos cuando recuerda su desventura. Su corazón lo amará por toda la eternidad; su recuerdo le acompañará todos los días de su existencia y reforzará su pensamiento al preparar espaguetis o poner la mesa en navidad.

Hoy, cuida extremadamente a sus dos hijos como las válvulas de su espíritu, aveces sueña con el cálido abrazo de su vástago. Hoy, no se propone olvidar; sabe que el recuerdo de la amargura del pasado, es parte latente de su vida y sabe que algún día, cuando su rostro esté lleno de surcos y le acompañe casi un siglo de respiros y bienaventuranzas, sonreirá feliz al reencontrarse de nuevo con su hijo en el mortal mundo de canciones alegres eternas en blancas nubes copadas de ángeles.

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