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jueves, 29 de noviembre de 2007

RECLAMANDO LA NAVIDAD ... !!!




Con la muerte de mi padre, se detuvo la navidad en el seno de la familia. Sentía la frialdad los primeros años que visitaba mi casa materna y encontraba una cena tradicional sin nada que diera a entender que festejábamos el espíritu navideño. El árbol de navidad secó sus hojas y las flores de pascua se convirtieron en cactus. No había duendes, arlequines ni guirnaldas.

No era para menos, mi padre había fallecido un 20 de diciembre, a pocos días de regocijarnos y compartir en familia una época tan hermosa: La Navidad.

Al tercer año de su muerte y coincidiendo que estaríamos todo en casa, mi hermano Sandy y yo hablamos con mi madre, manifestándole que deseábamos que ese año hubiera cena y festejo de navidad. Mi madre estaba un poco renuente y triste todavía. Le hice entender con mis palabras, que si los muertos tuvieran alguna potestad en el plano terrenal, le gustaría que hiciéramos las cosas con las cuales le recordaríamos alegremente.

Si mi padre pudiera hablarte, créeme que estaría incomodo con la actitud tuya por clausurar uno de los encuentros que él más disfrutaba, le dije. Ella entendió que yo tenía la razón.

Cómo olvidar que mi padre se regocijaba muchísimo observando las luces del árbol de navidad el cual se ponía no bien entraba noviembre y que casi literalmente mis hermanos y yo queríamos derrumbar con un hacha entrando febrero.

Cómo olvidar que él adoraba esta época como ninguna otra. Le encantaba vernos a todos en la mesa juntos, con nuestro mejor atuendo. Mesas esplendorosas eran las que se ponían en el comedor de la casa en el que siempre había invitados especiales.

Nos preguntaba individual que deseábamos tomar en la noche del 24 de diciembre, después de cenar. Mi madre siempre le gustaba el ponche Crema de Oro, mi hermanos mayor el ron, mi hermana Anís Confite y a mi solía gustarme un licor de Chocolate o de menta. Con decirles que él llevaba de cada encargo una caja de 24 botellas a casa (no era raro que durante todo el año, hubiera bebidas…y ahora que lo recuerdo, mi hermana solía darse tremendos “jumos” en sus tareas cotidianas los sábados en ausencia de mi madre, con ese anís confite o anís del mono)

En mi casa el 22 de diciembre, no hacia falta nada, al ser comerciante, mi padre se preocupaba por que en el seno del hogar sobrara de todo y no faltara absolutamente nada. Puedo decirles que yo contaba los días de cada mes esperando llegar la navidad.

Hoy…brindamos y cenamos con los buenos recuerdos a cuesta de los que se han ido de este mundo…hoy, hay muchos invitados en la mesa: ocho nietos de mi madre que cual arlequines y duendes llenan de magia la casa con su risa, con su cariño. El ciclo de la vida continúa sin importar cuanta desdicha nos invada.

Cuando nos juntamos todos, reímos recordando las cotidianidades de esa época que impregna nuestra memoria y nos hará reír aun cuando seamos ancianos (recordamos que uno de mis hermanos no usaba servilleta para limpiarse la boca, lo hacia con una rueda de pan… o cuando mi hermana daba vueltas hasta caer mareada al piso luego de tomar sangría)

Si algo he aprendido de la vida, es vivir con los bellos recuerdos del paso de los años; estos nos ayudan a ser felices.

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