"Extasis" !!!

Tenía 11 horas disponibles incluyendo mis 8 horas de sueño luego de haber bajado de ese avión en otro puerto; no lo pensé dos veces y decidí conocerla; esta vez dejaría de ser un mito urbano el dolor que embargaba su vida. Su historia incluía inframundo y olvido por medio del “éxtasis” al que frecuentemente entregaba lo mejor de su adolescencia. La vi y supe que su belleza era más deslumbrante que las fotos guardadas en nuestro álbum familiar; su larga cabellera dorada brillaba como un querubín, su rostro no podía ocultar el sufrimiento de noches en que el desamor, olvido, destierro de abrazos y llanto carcomía sus huesos estremeciendo su carne, desvaneciendo sus sueños. Le abracé con esa ternura sintiendo como mi cuerpo percibía los gritos internos de su alma encadenada que suplicaba ver la luz del sol y las estrellas por las noches.

La miré y le dije: “Todo va a salir bien”, sus ojos color miel comenzaron a destilar gotas cual riachuelo, levanté su barbilla con los dedos de mi mano derecha y supe que era tiempo de hacer otro sacrificio, de intercambiar lágrimas por sonrisas, de callar al menos unos instantes y dejar que el creador hiciera su voluntad por medio de mi plegaria en el que se avecinaría para mí una borrasca de días nublados; con gusto los acepté. Mantuve mi aptitud serena, y aunque me asfixiaba el incierto de sus razones, desterré mi juicio sosteniendo su debilucha mano. Su historia parecía estar ambientada por el violín de John Williams; el viento afuera calmó y la noche asomó la luna menguante por el cristal de ese edificio de 4 niveles color ladrillo.

Esa noche casi no dormí; me sentí ser Unge Andersen, sin inspiración. Afuera esa esquina ruidosa de 4 destinos diferentes arrastraba el caos de mi sendero mortal; la luna dejó de brillar. Dormité.! Mi empatía se rompía como escultura de hielo al caer los rallos del sol sobre la majestuosidad de ese cristal falso de lágrimas que adorna la sala de ciegas miradas. Esta vez, como siempre, quise tener la formula de reemplazar el dolor de esa candidez corrompida por la caricatura perversa del asqueroso mundo disfrazado con engaño.

En la mañana rehusé tomar café; esa música celta imaginaria martillaba mi acústica. Era tiempo de la despedida; ella volvería a su vida apartada del asfalto donde regeneraría sus tejidos y pulmones; yo me perdería de nuevo en el mar cotidiano de oraciones con respuestas. Besé su frente y apreté de nuevo sus frías manos, mi garganta atrapó las palabras; hice una mueca y un gesto leve con mi mano. No hubo un día en que dejara de pensarle, en que renovara mi voto de sacrificio; el calendario apresuró sus días. A mediados de esta semana supimos en la familia de ella; todo estaba bien. La marchita oruga era ahora una bella mariposa que sin redes disfrutaba de su libertad, con alas nuevas. Me senté con esa placidez que embelesaba mi alma; había llegado el momento de callar otra vez, de perderme en ese acertijo y sentir muy cerca “El lado frio de la almohada”