Desde muy chico Víctor se dedicó a coleccionar aves y especies exóticas para encerrarlas en jaulas. Su padre se empeñaba en complacer sus caprichos de hijo único. Al cumplir 16´s pidió a sus padres que construyeran para él una enorme pajarera donde pudiera tener todos los pajarillos que existiesen. Se deleitaba entrando cada día en el santuario que había construido para sí mismo, en donde había desarrollado el arte de hablar el lenguaje de las aves y sus diferentes trinar. Recorrió el mundo entero desde Zanzibar hasta Galápagos, desde Tasmania hasta la Antártida y desde Australia hasta el Amazonas buscando cada animal para su repertorio.
A los 24 ya tenía todo tipo de aves: “tórtolas, faisanes, cisnes, guineas, perdiz, palomas mensajeras y avestruz. Sólo le faltaba una sola para completar su repertorio “El zumbador o colibrí” … Viajó varias veces al Caribe buscando el más veloz y diminuto de todos. Seguía insistentemente su capricho como si olvidara las palabras de un sabio maestro de una tribu africana que en su andar le profetizó que cuando completara su osadía encerrando la última ave de su colección, el cautiverio se revertiría sobre él. Olvidó su oficio de ser hijo y en su antojo desmesurado nunca se percató que sus padres estaban cayendo en la bancarrota.
Pronto su pajarera necesitó más espacio. Cada ave comenzó a reproducirse vertiginosamente donde ya no eran suficiente 4 empleados sino 12 para recorrer de un extremo a otro el mágico e insólito lugar y alimentar a las mismas. Las aves que morían eran disecadas y retocado con un pincel el color de cada pluma para ser adherida a la rama de cualquier árbol, y así dar la sensación de estar viva. Todos los días Víctor pasaba contabilidad a sus mascotas y esbozaba una sonrisa cuando veía multiplicar su creación carcelaria. De las miles de aves, había un ruiseñor que cantaba todas las mañanas la misma letanía que sólo su amo podía descifrar. “De que te vale ser libre si estás prisionero en tu propio mundo, tu osadía ha condenado tu alma” … cantaba una y otra vez la inquieta avecilla, Víctor enfurecía cuando le escuchaba todos los días con su cantico burlón.
Una mañana en que el sol brillaba con más intensidad, llegó a la puerta de la mansión de Víctor una jaula sin destinatario alguno; en su interior el más hermoso colibrí con todos los colores del arcoíris en su plumaje. Se dirigió inmediatamente a su abadía para completar su obra maestra; no bien abrió la enorme puerta cuando escuchó gritos de la servidumbre y varios disparos; salió corriendo hasta llegar a la sala de la mansión; en el suelo estaban los cuerpos en medio de un charco de sangre de sus padres con una nota que explicaba el suicidio de ambos ante la desdicha y perdida de su fortuna; la sirena de varios carros policiacos se escuchaba; Víctor sostenía el arma homicida y la policía daría por hecho que él había consumado el crimen. Mientras la policiía lo conducía a prisión, recordó las palabras del gurú y las del canto del ruiseñor. Saliendo con las manos esposadas por el angosto jardín, volteó a mirar las miles de aves que sobrevolaban por encima de su cabeza; todas habían escapado al dejar la puerta abierta ... dos lagrimas surcaron la blanca mejilla de Víctor, como si al perder su libertad, comprendiera el abominable error de su capricho
3 comentarios:
QUE DECIR...!!!
BELLÍSIMA "HISTORIA ABRECABEZA"
ASÍ LAS LLAMO.
CUANTA VERDAD, A VECES LOS PADRES NOS EQUIVOCAMOS TANTO, QUEREMOS ALLANARLES EL CAMINO A NUESTROS HIJOS!!!
Y ELLOS NUNCA APRENDEN A MIRAR MAS ALLÁ DE SU NARIZ.
BESITOS.
wao! Un cuento con un gran numero de mensajes.
¿Cuantas veces soy como el joven Victor y prisionera de mis deseos, quiero enjaular cosas o personas que en su libertad se encuentran en caminos distintos a los mios?
Tambien en cuanto a la ecologia nos enseña que la naturaleza hay que respetarla y dejar que viva en paz y libertad.
Besos y abrazos!
Maria laura; que puedo decirte? la complejidad humana tiene nombre y apellido, ufffff!
mmmmmm! Esther: "yo ni na gua decí" ... jajajajajaja, creo que ya conoces esta expresion, cierto?
:P
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