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martes, 4 de agosto de 2009

Batallando contra un fantasma


Ahí estaba mi amiga “AT” convirtiéndose en estatua de cera, en escultura de hielo en pleno invierno, en réplica fiel de monalisa al encontrarse en el momento menos oportuno con su ex novio. Me contaba el encuentro inusual en que perdió la noción del tiempo, las palabras, emociones o respuesta a un simple saludo se derrocharon en el caos de un estado transitorio, un estado donde sus neuronas se negaron danzar la coreografía a los mandatos enviado a cada órgano sensitivo de su ser como respuesta al desamor, o al propósito de olvidarlo todo definitivamente. Miraba la expresión de sus cejas como olas en alta mar ante el zigzag de una frágil embarcación. Pero… Nos gana el deseo de quedarnos atrapados en un circulo vicioso de recuerdos tormentosos? Este proceso de negación, es sinónimo de que aún amamos esa persona o sus cosas las tenemos a cuesta con nosotros? Qué tiempo se necesita para olvidar, o al menos para estar preparados y comenzar de nuevo otra relación? La lógica le gana a la razón cuando cerramos las puertas al entendimiento?

Cada ser humano responde de una manera individualizada ante los conflictos o relaciones sentimentales dependiendo la magnitud, el tiempo, la persona y la compenetración que haya tenido con su anterior relación. Los pequeños detalles son dueños del mundo, nos enamoran, hacen la vida compleja y en su defecto, terminan poniendo cuesta abajo los hilos en que cuelgan cada una de tus emociones, volviéndote frágil ante una ruptura sentimental. Quién escribió las reglas de garantía? Las cláusulas de convivencia y relaciones, incluyen prescripciones sin olvido? Un recuerdo constante luego de un rompimiento de pareja, se convierte en un fantasma que nos visita antojadizamente? Ese fantasma llega justo cuando menos te lo imaginas, hace cimientos en tu vida poniendo una barrera que te impide pasar las fronteras del entendimiento, las fuerzas o ganas de restablecer amorosamente tu vida y en el peor de los casos, hacerte sumergir en un mar de tristeza. Pero, cuál es la manera correcta de batallar con ese fantasma? Volví a mirar de nuevo el rostro de “AT” mientras daba la espalda con un aire de indiferencia, todas las afirmaciones ante su manera de actuar o pensar con tal de no regresar a los recuerdos con su ex, cayeron al piso en sólo segundos, los mismos que invadieron su espina dorsal de un frío voraz de pies a cabeza impidiéndole poner en marcha sus planes indiferentes, o ser radical como lo había hecho al romper todos los recuerdos físicos plasmados con tinta, aroma y la incrustación de las huellas digitales de caricias moribundas en su cuerpo que aún recordaba.

Un fantasma no es la silueta etérea que se diluye en los alrededores de tu closet, atraviesa las paredes o llega justo en las noches, pero si es el tormentoso recuerdo que abraza tus miedos, oprime tus pensamientos y están presente como un maleficio en el recoveco plácido cotidiano cada vez que intentas optimistamente rehacer tu vida, conocer otra persona o decir adiós a la maleta eterna de recuerdos que tenemos con nosotros. Un día simplemente nos levantamos, decidimos abrir el baúl de los recuerdos y nos damos cuenta que únicamente contiene los residuos polvorientos de alguien a quien hemos desperdiciado neuronas y emociones, privándonos de ser felices al lado de alguien que pueda amar con el mismo grado o mayor ante las expectativas fantasmagóricas de nuestra terquedad. Si no decides darte la oportunidad de volver a comenzar de cero, sin comparaciones, sin patrones de medidas cuando estás en el proceso de compartir cotidianidades, estarás en cifras rojas, alimentando el monstruo que en tu mente te impide ser feliz. Qué pasa cuando la amargura le gana al optimismo? Acaso no existen personas que rompen los patrones, demostrándote con acciones extraordinarias y detalles, que pueden devolverte la confianza y las ganas de volver amar nuevamente?

Justo cuando experimentas una situación similar a la de “AT”, o tus paradigmas han sido destruidos con un axioma ineludible o tienes que ponerte literalmente en los zapatos de alguien, comprendes que los fantasmas existen, existirán y son del tamaño en que desees, ese espectro comienza a desaparecer justo el día que insistes atraparlo con mayor fuerza, como cuando sostienes con firmeza un puño de arena en tus manos, comenzando a escaparse la misma por las rendijas de tus dedos e involuntariamente te quedas sin remordimientos, sin secuelas, sin temores y das la bienvenida a la esperanza, sepultando cruelmente con los residuos de esa migaja de arena, tu fantasma al desierto insólito de tus recuerdos, donde ya nunca más podrá atormentarte.

5 comentarios:

Pluma de fuego dijo...

Muy bueno, creo que es la dependencia a una persona, el temor a que te vuelvan a hacer daño... lo que te mete en ese círculo vicioso

Anónimo dijo...

El texto es un agrado como de costumbre, una opinión aceptable de aquella sensación que tal vez muchas veces nos a embargado, pero en mi humilde opinión, enfrentar a aquel fantasma teniendo las reglas claras, en el acto de ver el reflejo de tu rostro en sus ojos, en el nuevo compartir, es la explicación al caos inicial, es la explicación a un final ya realizado, pero nunca al fin.
Buen post, me agrada pensar un momento, fuera de mi agobiante agonía de trabajos, obligaciones y por supuesto felicidad.^^

Karlita dijo...

Cuan cierto es que los fantasmas del pasado no nos permiten ver las almas del futuro...

besos!!!

Paula Daiana dijo...

Valentin me encantó la manera en que expresaste todas las preguntas que yo misma me hago todo el tiempo y la presencia de esos fantasmas a la que nosotros mismos le damos vida hasta que un día realmente decidimos y podemos dejar atrás...
¿Qué tiempo se necesita para olvidar?, creo que no hay tiempo, el olvido no se somete a él y ni siquiera nosotros podemos manejarlo.
Hermoso texto!
Besos!
Pau

saqysay dijo...

Como siempre un excelente texto. Dicen que sin fantasma no hay pasado. Personalmente, hay que desprenderser de ellos, para poder dejar el paso la esperanza, esa que nos permite que el día a día sea mejor...
Retomar las cosas. Que luego de un tiempo. Ya no, las sentimos tan cerca...

Besitos, Valentin!!!

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