"Fidelidad" ...

El humo mordaz de sus labios rojo carmín inundó el cobertizo. Su escote asesinó los pocos transeuntes pendencieros de la madrugada, mientras conducía sus pasos con altos tacones por el pavimento dejando escapar un chirrido indecente en cada pisada. Lanzó sin prisa alguna con su donaire parisino el cadáver del cigarro que habían acariciado sus gruesos labios. Esta vez no volteó como de costumbre su cuello delgado 90 grados para sonreír con picardía; bajó su rostro y guardó la tarjeta en su monedero dorado reflejando la luna en la parte sobrante de sus dedos con uñas perfectas. Recostó sus caderas en la puerta del carro extasiando sus brazos, su escote danzó dejando sutilmente escapar el contorno de su pecho bronceado cuan diosa de marfil. Memorizó bien el número telefónico y abordó su lujoso auto por la calle moribunda de escasos semáforos intermitentes. Marcó los 10 dígitos sin esfuerzo alguno, quizás lo sabía de memoria, quizás jugaba en ser la primera vez de otras tantas con perfume diferente y un nuevo acto en la mansión que abría el portón silencioso, sin aullido de perros viralatas. Descendió del carro y atravesó la penumbra pasando por el inmenso jardín con muerdago, crisantemos y aves del paraíso. Su postor emergía bajo el agua cristalina, turqueza y calmada de la piscina. El caminó desnudo hacia ella, quien se encontraba extasiada intentando encender otro cigarrillo para calmar un poco la impaciencia en la noche de pocas horas. Ninguno dijo palabra alguna y entregaron las caricias al combate placentero hasta llegar al éxtasis. (…) minutos más tarde extendió sus brazos y con su gran destreza sumergió su cuerpo en el amplio y profundo estanque para lavar sus pecados, para ahogar los residuos de las feromonas bajo las estrellas. Un beso sin presunción estampó la despedida momentánea… La autopista comenzaba a revivir la escena ambigua de jornaleros y la radio anunciaba los groseros y moralistas que en pocas horas afilarían sus colmillos como vampiros a cientos de mortales y políticos.
Entró sigilosa con su pelo húmedo y zapatillas en mano descansando en el borde de su hombro izquierdo, abrió la puerta, echó a un lado el escote arrugado poco sensual de su negro vestido para recostarse al lado de otro hombre quien sin despertar abrazó su cuerpo desnudo, amándola sin reproches … y así ... juntos, eran indiscutiblemente una pareja perfecta …