LEYENDA URBANA !!!

La noche comenzó bien temprano luego de la secuela del dilema en que seguía los pasos a “Juanes” por adquirir la agraciada camisa negra. Volví a subir vertiginosamente las escaleras donde las hazañas de tragos, risa compartida y nostalgia ocasional había deleitado mi exquisito paladar. Todo mi cuerpo fue recorrido por encima de la ropa por las manos de esa chica que jugaba a ser egipcia y respiraba muy cerca de mi cuello, absorbiendo mi perfume con su gran nariz. Hoy no me sentía ser ruso, tampoco mexicano; hacía honor jugando ser alemán y entre burbujas de esa botella transparente comencé a observar la muerte lenta de la noche en que disfraces, música electrónica, invitados, cocteles, abrazos y risa enredaban el ambiente. Afuera algunos fumadores esparcían su humo, ubicados estratégicamente en medio como obelisco; las luces intermitentes de los carros y un semáforo en la esquina daban el toque urbano cosmopolita complementado por el agrado de los taxistas que sin moneda dejaban a la suerte mundana abordar la chica más sensual de la ciudad.

Algunos bohemios sin licencia adornaban la escenografía para dejar escapar su mejor piropo indecente y ligeramente morboso ante la pasarela de una escalinata pública. El ambiente emanaba complicidad de miradas y mordiscos de labios que tras la tercera copa de un Martini deliraban por morder algo más que la repugnante aceituna en el fondo de ese cristal. Tenía conmigo la mejor compañía de la noche, en frente a Carla que con picardía hacía gestos con todo su cuerpo ante el girar de los discos de vinilo de ese dj; en mi mente sin pecado alguno mi recuerdo eterno que competía en la distancia con fiestas en la ciudad de mitos y ritmos caribeños. Al poco tiempo, fueron llegando caras de rostros conocidos, caras de amigos sinceros con blanca dentadura y franco abrazo. Descubres tras la “esbelta” figura de esa chica, que no hay que ir a Hawaii para apreciar el bronceado perfecto.

La noche es propicia para ejercitar los sentidos; algunas manos acariciaban sutilmente por encima de la ropa la piel lozana de hermosas doncellas recreando Scherezade, transportando la magia de la mil y una noche desde Estambul hasta Medellín. Mis ojos divisaban muy cerca la mano que se deslizaba por debajo del corto vestido de una chica morocha que reía desenfrenada mientras su daiquirí semejaba un riachuelo que se deslizaba por el centro de su busto; los camareros parecían sándwich entre la muchedumbre. Sangre mediterránea merodeaba por el lugar; las oscuras miradas fueron más allá del vestuario requerido y alguna “Salomé” cautivó el lugar con el danzar descarrilado de firmes caderas. Algunas chicas que apenas se habían conocido en el entorno seguían el incierto de ir al tocador juntas; envías a Marte la posibilidad de sentarte, percibes que es mejor “hacerlo parado” que perderte la diversión nocturna del bar.

Comprendes que debes ser buen anfitrión y unirte en ese beso apasionado de dos “Newport”, formando parte del obelisco; el humo del pasillo es compartido. La agradable brisa entra en romance. Algunos escenifican al “Iscariote”; esta noche no hay cena santa ni magdalenas en el jardín. Entras de nuevo al lugar, el calor acaricia el cuerpo de los presentes, una gota de sudor pasajera se desliza por la espalda. Los aullidos de algún hombre lobo se escuchan sin temor, algunas brujas recorren el lugar y otros ángeles coquetean con los osados de citas a ciegas con extraños, escapándose por la ventana de su lujurioso deseo; la magia envuelve el distrito; cuando los noctámbulos entran en acción, te marchas con el “dulce sabor” de haber sido el alma de la fiesta.