No es broma alguna. Nuestros padres nos
transmiten sus miedos, sus debilidades y en cierta forma su carácter y todas
estas cualidades permanecen con nosotros durante largos años o hasta que
maduramos lo suficiente en la adultez y decidimos echar a volar todos esos
fantasmas bien lejos de nuestro entorno. Los hijos que demuestran mas apego por
uno de sus padres, generalmente terminará adquiriendo hasta de manera
inconciente sus “manías”, forma de pensar y aptitudes que forjarán su
personalidad. Pero, que pasa cuando nuestros padres han estado errados en su
formación, convicción y manera de ver la vida más allá de sus propias reglas? Quién
repara el daño ocasionado por esos tutores villanos que se excedieron con su
rectitud desmedida? Como filosofía de vida, no juzgo a las personas con tanta
fijación sin antes conocerla a fondo. Todo individuo es producto de las
diferentes eventualidades que ha vivido durante toda su vida. El reto más difícil
de la humanidad justo en este siglo es “encontrar y mantener” una relación de
pareja que se adapte a sus demandas y que ambas personas puedan de manera
equilibrada, convivir con las actitudes del otro. Suena difícil verdad?
Hace algunas semanas me reuní con MH, una
gran amiga quien tras una lista maratónica de amores, fracasos e intentos
fallidos de matrimonio, apostaba haber encontrado su “media naranja” aunque
varios años después de su relación actual, me contaba como la misma se disolvía
por la imposición de los consejos del suegro en las decisiones de su esposo. Ella
no asimilaba que su pareja, con un grado tan grande de adultez, tuviera la incapacidad
de poder decidir en su vida las cosas que deseaba en su futuro, con su familia
y entorno. Este acto, dejaba al descubierto la conexión intacta que había entre
padre e hijo por medio de ese “cordón umbilical” o por decirlo así “manipulación
indirecta” donde su progenitor le hacía ver a este, que aún era un niño,
alguien indefenso y con la inmadurez tan marcada, que necesitaba ser guiado en
todas sus decisiones. Hasta que punto afecta nuestra cobardía la vida de los
demás? La vida es un evento de sucesos donde cada acto y decisión tiene que ver
en el resultado final, una acción que a veces no es la esperada por nosotros.
Es tiempo de quitarnos los miedos, de
enfrentar la vida con coraje, de ponernos la ropa como el buen soldado que se
prepara para ir a la guerra y enfrentar nuestros propios demonios, nuestros
miedos. Es cierto, nuestros padres siempre quieren lo mejor para nosotros, pero
al momento de decidir, enfrentar y obrar con nuestras responsabilidades en la
faena diaria, los mismos, no siempre están ahí para decirnos como hacerlo; además,
hay que ser muy mediocre para vivir a la sombra de un padre o una madre en cada
paso que damos. El mundo le teme a la “individualidad”, a ser diferente, a
pensar por si mismo, a tomar un camino diferente, a tener valentía, confianza y
seguridad extrema en lo que haces. Es como si fuese un pecado capital “pensar
diferente a la manada”. Entonces, vemos el mismo patrón repetitivo de conducta
descarrilado en nuestras calles con cierta “normalidad” y sin asombro alguno
como: los divorcios, la apatía, el rechazo social, el odio en masas, el
racismo, la intolerancia y el deporte extremo del siglo “ROMPER CORAZONES” …
jugar con los mismos como si estos fueran un juguete de un niño caprichoso. Y
en otra esquina de la vida, contemplamos las personas con un pavor
extraordinario ante el amor, le temen a demostrar su afecto, a compartirlo, es
como si esa perturbación impregnada por una familia disfuncional (donde uno de
los padres afrontaba un divorcio y hablaba horrores del matrimonio) le había
inculcado ese cuidado o recelo sentimental que le convertía en ermitaño con
pocas o ningunas ganas de sostener una relación sentimental.
Es increíble,
millones de años después de que el “hombre de las cavernas” decidiera dar el
gran paso para vencer el miedo que lo convirtió en un “guiñapo” arrastrándose
en sus cuatro extremidades y escondiéndose para no ser devorado por sus oponentes,
nuestra generación con su justificación inaceptable de vivir sin “ataduras y en
libertad total” involucione y eche por la borda todo este sacrificio … JA! y
luego dicen que la evolución no es mental.
2 comentarios:
El miedo no nos deja vivir en paz, nos ata y ahora tenemos el miedo global.
Las medias naranjas no existen, y el miedo no nos deja avanzar.
Saludos
mm...no estoy del todo de acuerdo (ya que hablo desde de mi postura de prospecto a psicólogo^^), pero concuerdo en que la voluntad a las decisiones nace desde la propia virtud de considerarnos humanos, y por ende, a otros en la misma condición, recordar lo fragilez que somos, y por ende lo fragil que es, quien se anima a querer demostrar su cariño o intentar comprendernos. Quiza la llamada individualidad nos a quitado el afán por unirnos, pero creo, que en él momento que aceptamos a un otro, bajo este nuevo mundo, las relaciones se vuelven mas cercanas y nuestras. pero aceptar no sencillo.
un texto tan vivido y claro como es la costumbre, y como lo he dicho, me agrada tu manera de hacer "costumbre".
cuídate, un abrazo.^^
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