Bookmark and Share

sábado, 9 de junio de 2012

Reflexión: El miedo a vivir sin ataduras



No es broma alguna. Nuestros padres nos transmiten sus miedos, sus debilidades y en cierta forma su carácter y todas estas cualidades permanecen con nosotros durante largos años o hasta que maduramos lo suficiente en la adultez y decidimos echar a volar todos esos fantasmas bien lejos de nuestro entorno. Los hijos que demuestran mas apego por uno de sus padres, generalmente terminará adquiriendo hasta de manera inconciente sus “manías”, forma de pensar y aptitudes que forjarán su personalidad. Pero, que pasa cuando nuestros padres han estado errados en su formación, convicción y manera de ver la vida más allá de sus propias reglas? Quién repara el daño ocasionado por esos tutores villanos que se excedieron con su rectitud desmedida? Como filosofía de vida, no juzgo a las personas con tanta fijación sin antes conocerla a fondo. Todo individuo es producto de las diferentes eventualidades que ha vivido durante toda su vida. El reto más difícil de la humanidad justo en este siglo es “encontrar y mantener” una relación de pareja que se adapte a sus demandas y que ambas personas puedan de manera equilibrada, convivir con las actitudes del otro. Suena difícil verdad?

Hace algunas semanas me reuní con MH, una gran amiga quien tras una lista maratónica de amores, fracasos e intentos fallidos de matrimonio, apostaba haber encontrado su “media naranja” aunque varios años después de su relación actual, me contaba como la misma se disolvía por la imposición de los consejos del suegro en las decisiones de su esposo. Ella no asimilaba que su pareja, con un grado tan grande de adultez, tuviera la incapacidad de poder decidir en su vida las cosas que deseaba en su futuro, con su familia y entorno. Este acto, dejaba al descubierto la conexión intacta que había entre padre e hijo por medio de ese “cordón umbilical” o por decirlo así “manipulación indirecta” donde su progenitor le hacía ver a este, que aún era un niño, alguien indefenso y con la inmadurez tan marcada, que necesitaba ser guiado en todas sus decisiones. Hasta que punto afecta nuestra cobardía la vida de los demás? La vida es un evento de sucesos donde cada acto y decisión tiene que ver en el resultado final, una acción que a veces no es la esperada por nosotros.

Es tiempo de quitarnos los miedos, de enfrentar la vida con coraje, de ponernos la ropa como el buen soldado que se prepara para ir a la guerra y enfrentar nuestros propios demonios, nuestros miedos. Es cierto, nuestros padres siempre quieren lo mejor para nosotros, pero al momento de decidir, enfrentar y obrar con nuestras responsabilidades en la faena diaria, los mismos, no siempre están ahí para decirnos como hacerlo; además, hay que ser muy mediocre para vivir a la sombra de un padre o una madre en cada paso que damos. El mundo le teme a la “individualidad”, a ser diferente, a pensar por si mismo, a tomar un camino diferente, a tener valentía, confianza y seguridad extrema en lo que haces. Es como si fuese un pecado capital “pensar diferente a la manada”. Entonces, vemos el mismo patrón repetitivo de conducta descarrilado en nuestras calles con cierta “normalidad” y sin asombro alguno como: los divorcios, la apatía, el rechazo social, el odio en masas, el racismo, la intolerancia y el deporte extremo del siglo “ROMPER CORAZONES” … jugar con los mismos como si estos fueran un juguete de un niño caprichoso. Y en otra esquina de la vida, contemplamos las personas con un pavor extraordinario ante el amor, le temen a demostrar su afecto, a compartirlo, es como si esa perturbación impregnada por una familia disfuncional (donde uno de los padres afrontaba un divorcio y hablaba horrores del matrimonio) le había inculcado ese cuidado o recelo sentimental que le convertía en ermitaño con pocas o ningunas ganas de sostener una relación sentimental.

Es increíble, millones de años después de que el “hombre de las cavernas” decidiera dar el gran paso para vencer el miedo que lo convirtió en un “guiñapo” arrastrándose en sus cuatro extremidades y escondiéndose para no ser devorado por sus oponentes, nuestra generación con su justificación inaceptable de vivir sin “ataduras y en libertad total” involucione y eche por la borda todo este sacrificio … JA! y luego dicen que la evolución no es mental.  

2 comentarios:

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

El miedo no nos deja vivir en paz, nos ata y ahora tenemos el miedo global.

Las medias naranjas no existen, y el miedo no nos deja avanzar.

Saludos

Anónimo dijo...

mm...no estoy del todo de acuerdo (ya que hablo desde de mi postura de prospecto a psicólogo^^), pero concuerdo en que la voluntad a las decisiones nace desde la propia virtud de considerarnos humanos, y por ende, a otros en la misma condición, recordar lo fragilez que somos, y por ende lo fragil que es, quien se anima a querer demostrar su cariño o intentar comprendernos. Quiza la llamada individualidad nos a quitado el afán por unirnos, pero creo, que en él momento que aceptamos a un otro, bajo este nuevo mundo, las relaciones se vuelven mas cercanas y nuestras. pero aceptar no sencillo.

un texto tan vivido y claro como es la costumbre, y como lo he dicho, me agrada tu manera de hacer "costumbre".
cuídate, un abrazo.^^

Blogs Dominicanos