Era la noche en que disfrutaríamos una exquisita cena en casa de Indhira. El menú sería sorpresa y de inmediato sentí una ligera duda en mi cabeza. Indhira no es la típica chica que sabe o le guste cocinar; prefiere la buena comida o degustarla en un restaurant.
En una ocasión le dije que si quería impresionar a sus amistades a la hora de invitarle a un almuerzo o cena, que comprara pimientos de diferentes colores, también zucchinis.
Apenas almorcé y dejé todo mi apetito para la noche con la ilusión de probar una deliciosa cena. Fuí el primero en llegar; vaya sorpresa, en la casa los pimientos estaban por doquier, rojos, amarillos y verde colocados hasta en jarrones de vidrio cuadrado con agua (que a propósito se veían bien)
En una ocasión le dije que si quería impresionar a sus amistades a la hora de invitarle a un almuerzo o cena, que comprara pimientos de diferentes colores, también zucchinis.
Apenas almorcé y dejé todo mi apetito para la noche con la ilusión de probar una deliciosa cena. Fuí el primero en llegar; vaya sorpresa, en la casa los pimientos estaban por doquier, rojos, amarillos y verde colocados hasta en jarrones de vidrio cuadrado con agua (que a propósito se veían bien)
Cuando Enrique y su novia llegaron, se sintieron felices de ver zuccinis y pimientos por todos lados, son la típica pareja perfecta, ambos van al gym desde muy temprano, cero grasa en su dieta diaria y adoran los vegetales.
En la cocina, no había ni huella de que alguien hubiera preparado absolutamente nada. Sus delicadas y hermosas manos estaban con recién manicura. A la hora todo estaba delicioso, la entrada, la ensalada de hongos portobello, queso, aceituna y aceite verde, el filete de mero, lasagna cuatro quesos con espinaca y tocineta.
Puedo decirle que hasta el café quedó exquisito. Mientras cenábamos, no pude dejar de observar una etiqueta pequeñita que decía el nombre del Restaurant y el teléfono (no creo que nadie más lo haya notado). Mientras retirábamos la mesa y ella escuchaba todos los halagos por la suculenta y rica cena, me acerqué a ella y le susurré al oído: mi amor, la próxima vez, percátate de quitarle todas las etiquetas del delivery a la comida que encargas.
En la cocina, no había ni huella de que alguien hubiera preparado absolutamente nada. Sus delicadas y hermosas manos estaban con recién manicura. A la hora todo estaba delicioso, la entrada, la ensalada de hongos portobello, queso, aceituna y aceite verde, el filete de mero, lasagna cuatro quesos con espinaca y tocineta.
Puedo decirle que hasta el café quedó exquisito. Mientras cenábamos, no pude dejar de observar una etiqueta pequeñita que decía el nombre del Restaurant y el teléfono (no creo que nadie más lo haya notado). Mientras retirábamos la mesa y ella escuchaba todos los halagos por la suculenta y rica cena, me acerqué a ella y le susurré al oído: mi amor, la próxima vez, percátate de quitarle todas las etiquetas del delivery a la comida que encargas.
1 comentario:
que verguenza!!!
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